Sopa de jitomate italiana y cómo voy con mi cambio de hábitos

Sopa jitomate 2

Desde hace casi cuatro años empecé con todo el cambio de hábitos alimenticios en mi casa. Ya la mayoría están bastante establecidos y se dan en automático como los jugos de verduras, comer sopa de verdura diario, granos y semillas integrales y evitar alimentos industrializados y procesados. Sí, sí se puede dejar de comer gansitos, Yakult, McDonald’s, Sabritas y Danoninos, Pop Tarts, Froot Loops, botanas y salchichas sin morir de infelicidad. En serio mi despensa es otra (no encuentras marcas comerciales para nada y tengo muchísimos botes de cereales, semillas, harinas saludables, especies y condimentos diferentes y naturales y una mucho mejor calidad de ingredientes para cocinar).

Mi hija de 3 años y medio está muy consciente de que lo que comemos nos puede hacer daño y muchas veces ya sola hace mejores elecciones, desde negar el dulce que le ofrecen hasta pedirme quinoa inflada de snack. Se me ha enfermado 1 vez en toda su vida del estómago y come requete bien.

Pero de lo que nos hemos dado cuenta, es que hemos adoptado lo que más nos va y nos acomoda. Lo que mucha gente piensa es que todos los que decidimos mejorar nuestros hábitos somos hippies come flores que no disfrutamos la comida, que comemos cartón con verduras sin sabor y le bailamos a la lluvia para que limpie al mundo. Cuando es todo lo contrario; nos gusta tanto la comida que hacemos cambios que nos permitan seguir comiendo delicioso pero sin dañar a nuestra salud y la de nuestra familia. Tenemos una conciencia de que nuestro cuerpo nos va a pasar la factura de cualquier abuso que hagamos con él y esto incluye: no descansando, estando estresados todo el tiempo, no moviéndote y comiendo mal.

No nos hemos forzado a adoptar hábitos que no nos hacen sentir bien. Nunca vamos a ser veganos mientras haya cerditos y, por ende, tocino y chuletas, o yo no voy a poder de comer mariscos porque me encantan y mi esposo no va a dejar de comer carne roja y no podemos dejar de comer pan en todas sus maravillosas y deliciosas formas porque seriamos miserables, al igual que el queso.

Lo que sí podemos hacer es comprar todas las carnes, pollo, pescado y huevo orgánicos, que únicamente significa que decidimos comer animalitos que son tratados como hace 30 o 40 años, podemos optar por harinas integrales, más saludables como almendra, avena, amaranto, así como bajarle a la cantidad y frecuencia en que comemos pan, consumir mejores azúcares (nada de jarabes de alta fructosa, sucralosa, dextrosa, sacarosa, etc.) y en mucho menos cantidad (esto es de lo que más trabajo nos ha costado, pero sí hemos podido).

Hemos tomado consciencia de que nuestro cuerpo está diseñado para asimilar y aprovechar alimentos naturales y lo estamos forzando a que procese químicos con los que no sabe qué hacer y que causan que el cuerpo se vuelva un spa delicioso para enfermedades. ¿Nunca han pensado por qué ahora todos conocemos a alguien que tiene cáncer o que su familiar tiene cáncer?

Pero sobre todo y lo más importante para nosotros fue dejarnos de excusas y pretextos. En verdad ha habido un cambio drástico en los alimentos que encontramos en el mercado y ya no aplica el “nada con exceso, todo con medida”. Ni yo ni mi esposo estamos de acuerdo en que los niños, ni nosotros,  comamos cosas como EDTA que se  usa para separar metales a nivel industrial, lo encuentras en bebidas y alimentos preparados y lo agregan para evitar que el benzoato de sodio que tienen muchos enlatados reaccione con el metal de las latas y se vuelva cancerígeno, o BHA, BHT y TBHQ que son derivados del petróleo que se usan como conservadores para que los alimentos no pierdan color y se encuentran en muchísimos alimentos de comida rápida. O la dextrosa que en algún punto fue azúcar pero que ha pasado por procesos industriales y ya no es natural, o los colorantes amarillo 5 o tartrazina, rojo 40 o allura y caramelo VI que ya está probado que causan déficit de atención y cambios en el metabolismo y comportamiento y que encuentras en TODOS los cereales industriales, dulces y casi cualquier alimento procesado que tiene color.

La verdad fue cosa de empezar a leer etiquetas y empezar a cuestionar por qué una galleta dulce de esas que los niños aman y las mamás más porque son súper prácticas y baratas tiene 25 ingredientes cuando una galleta de ese tipo debe llevar harina, mantequilla, azúcar, vainilla y a veces huevo. Y por qué de esos 25 ingredientes mínimo 10 yo no sabía que eran,  y en qué parte de la naturaleza estaban. Así que cuando empiezas a hacerte consciente de esto, no te queda de otra que empezar a hacer cambios y seguir investigando.

Tenemos la percepción de  que comer diferente, orgánico y sano es horrible, porque pensamos que “esa gente” es infeliz y no come nada rico. Y la verdad es que no, sólo cocinamos como le hacían las abuelas, natural y sin químico y medio. Cocinar en casa, que ya sé que es algo que creemos que no podemos hacer porque no nos da la vida, porque no nos gusta o porque no sabemos cómo, pero hay formas de cocinar muy sencillo y cuidar tu salud y la de los niños. Es también una cuestión de querer intentarlo y darte cuenta que no te vuelves esclava de tu cocina.

Hay que tener algo bien claro; tu cuerpo es tu casa y si no la cuidas, en unos años no vas a poder vivir ahí. Preferimos gastar miles de pesos en bolsas, zapatos, ropa, maquillaje y demás y nos vale gorro lo que más importa, que es lo que le metes a tu cuerpo y yo no quiero que eso sea derivados de petróleo, plásticos y silicones y químicos que se hicieron en laboratorios para abaratar la comida que hay en mi casa.

En serio, empieza por cambios pequeños como cocinar una vez a la semana, dejar de comprar una caja de galletas al mes, cambia un producto industrial por uno orgánico como el harina, o el azúcar o el pan o alguno que consumas mucho para que empieces a notar los cambios en sabor e ingredientes. A mi esposo lo que más le movió fue comprar huevo orgánico de rancho por el color de la yema que es mucho más clarita que la del huevo normal. Échate un clavado en las etiquetas de los productos y googlea de dónde vienen y para qué se usan.

Pero bueno, ya después de mi mega choro les puedo decir que vamos súper bien y muy felices con nuestros cambios. Obvio hay cosas que extrañamos como la Coca Light y los Cheetos, pero han sido más las cosas que ganamos que lo que perdimos.

Las sopas me encantan y cuando son de jitomate ¡más! El jitomate es de mis verduras favoritas; son muy frescos, hay de muchos tipos y muchos guisos la llevan y es riquísimo. Saben delicioso en sopas, ensaladas y guisados. Y ahora que los voy a sembrar en mi huerto estoy doblemente emocionada de cocinar con jitomates.

He hecho muchos tipos y variaciones de sopa de jitomate, tipo mexicana con chile serrano o con chipotle, rostizada con queso de cabra o la que hice hoy que es tipo italiano con vinagre balsámico y albahaca.

Es sencilla porque sólo cocinas los jitomates en caldo y los licúas. Además es una receta que a los niños les encanta.

Para pelar los jitomates, corta una crucecita en la parte de abajo y ponlos en agua hirviendo hasta que veas que la piel se descarapela solita. Sácalos y pélalos y déjalos enfriar.

Un abrazo,

Maca

 

Sopa de jitomate italiana

Sopa jitomate 2

INGREDIENTES
4 porciones

Aceite de coco

7 jitomates saladet medianos

1 ½ taza de caldo de verduras

¼ taza cebolla picada

1 diente de ajo machacado

2 cucharadas de vinagre balsámico

2 cucharadas de albahaca

 

INSTRUCCIONES

  1. Pela los jitomates y quítale las semillas,
  2. Pon el aceite de coco y fríe la cebolla hasta que se ponga transparente
  3. Agrega el ajo y cocina por 30 segundos
  4. Agrega los jitomates y el caldo y deja que se cocinen hasta que se suavicen los jitomates
  5. Agrega el vinagre
  6. Licúa hasta obtener la consistencia deseada. Si es más espesa de lo que quieres, agrega ¼ más de taza de caldo
  7. Agrega la albahaca y sazona. Si sientes que la sopa está ácida, agrega ¼ de cucharada de azúcar morena
  8. Sirve

 

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